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La familia, un tesoro invaluable

La familia es el don más precioso que Dios nos ha dado, y también la vocación más alta a la que estamos llamados.

El significado y el valor de la familia según el plan de Dios

La familia no es una invención humana, sino una realidad querida por Dios desde el principio de la creación. Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, y los bendijo para que fueran fecundos y se multiplicaran, y dominaran la tierra (Gn 1:27-28). Dios estableció así la primera alianza entre el hombre y la mujer, fundamento de la familia y de la sociedad.

La familia es el lugar donde el hombre y la mujer se unen en una comunión de amor, que es signo e imagen del amor de Dios. El matrimonio es el sacramento que expresa y realiza este amor, que es fiel, indisoluble y fecundo. El matrimonio es una vocación, un llamado de Dios a formar una familia y a colaborar con su plan de salvación.

La familia es también el lugar donde se recibe y se da la vida, donde se acoge y se educa a los hijos, que son el fruto más hermoso del amor conyugal. Los hijos son un don de Dios, que deben ser respetados y amados desde su concepción hasta su muerte natural. Los padres tienen la responsabilidad de transmitirles los valores humanos y cristianos, y de acompañarlos en su crecimiento personal y espiritual.

La familia es, además, la primera comunidad de amor, donde se aprende a relacionarse con Dios y con los demás. La familia es la Iglesia doméstica, donde se celebra y se vive la fe, donde se reza y se alaba a Dios, donde se practica la caridad y la solidaridad. La familia es la escuela de la vida, donde se forma la personalidad y el carácter, donde se adquieren las virtudes y los hábitos, donde se corrige y se perdona.

Aspectos concretos de la vida familiar

La vida familiar no es siempre fácil ni perfecta, sino que tiene sus luces y sus sombras, sus alegrías y sus penas, sus éxitos y sus fracasos. La vida familiar es un camino de crecimiento y de maduración, que requiere de esfuerzo y de compromiso, de paciencia y de comprensión, de diálogo y de comunicación.

Para vivir bien la vida familiar, es necesario tener en cuenta algunos aspectos concretos, que son importantes para la armonía y la felicidad de la familia. Aquí les ofrecemos algunos consejos prácticos, que pueden ayudarles a mejorar su convivencia familiar:

  • El matrimonio: El matrimonio es la base de la familia, y por eso hay que cuidarlo y fortalecerlo constantemente. Los esposos deben cultivar su amor, renovando sus promesas matrimoniales, expresando sus sentimientos, compartiendo sus proyectos, respetando sus diferencias, apoyando sus debilidades, celebrando sus logros. Los esposos deben también alimentar su vida espiritual, participando juntos en la misa, recibiendo los sacramentos, rezando en familia, leyendo la Biblia, haciendo obras de caridad. Los esposos deben también dedicar tiempo a la diversión y al ocio, saliendo juntos, haciendo actividades recreativas, disfrutando de la naturaleza, manteniendo viva la llama del romance.
  • La paternidad y la maternidad: La paternidad y la maternidad son una participación en la obra creadora de Dios, y una responsabilidad educativa hacia los hijos. Los padres deben acoger y amar a sus hijos como un don de Dios, respetando su dignidad y su libertad, reconociendo sus talentos y sus gustos, estimulando su creatividad y su iniciativa, orientando su vocación y su futuro. Los padres deben también educar a sus hijos, enseñándoles los valores humanos y cristianos, inculcándoles el sentido del deber y de la responsabilidad, corrigiéndolos con firmeza y con ternura, elogiándolos con sinceridad y con prudencia, siendo para ellos un ejemplo y un testimonio.
  • La educación de los hijos: La educación de los hijos implica transmitirles los conocimientos y las habilidades necesarias para su desarrollo integral, así como las actitudes y los comportamientos adecuados para su convivencia social. Los padres deben colaborar con la escuela, apoyando el trabajo de los maestros, supervisando las tareas de los hijos, participando en las actividades escolares, fomentando el hábito de estudio y de lectura. Los padres deben también complementar la formación de los hijos, ofreciéndoles oportunidades de aprendizaje, ampliando sus horizontes culturales, despertando su curiosidad y su interés, facilitando su acceso a los medios de comunicación, orientando su uso crítico y responsable.
  • El cuidado de los ancianos: El cuidado de los ancianos es una expresión de gratitud y de respeto hacia los que nos han dado la vida y nos han transmitido la fe. Los ancianos son una fuente de sabiduría y de experiencia, que merecen ser escuchados y valorados, que pueden aportar su consejo y su testimonio, que pueden enriquecer la vida familiar con su presencia y su oración. Los ancianos necesitan también de nuestra atención y de nuestra ayuda, especialmente cuando sufren de enfermedad o de soledad, cuando requieren de asistencia médica o de apoyo económico, cuando demandan de compañía o de consuelo. Los ancianos son un don de Dios, que hay que honrar y cuidar, como lo hizo Jesús con su abuelo san Joaquín y su abuela santa Ana.
  • La convivencia, la comunicación, el perdón, la oración y la solidaridad en la familia: Estos son algunos aspectos esenciales para la vida familiar, que hay que practicar y mejorar cada día. La convivencia implica compartir el espacio y el tiempo, respetando las necesidades y los gustos de cada uno, colaborando en las tareas domésticas, participando en las decisiones familiares, buscando el bien común. La comunicación implica expresar los pensamientos y los sentimientos, escuchando con atención y con interés, dialogando con respeto y con sinceridad, evitando los gritos y las ofensas, buscando la verdad y la comprensión.

La familia es, en fin, el tesoro más valioso que tenemos, que hay que cuidar y proteger siempre, como lo hizo la Sagrada Familia de Nazaret. La familia de Jesús, María y José es el modelo y el ejemplo de toda familia cristiana, que debe imitar sus virtudes y su santidad. La Sagrada Familia nos enseña a vivir en obediencia a la voluntad de Dios, en humildad y sencillez, en trabajo y servicio, en alegría y paz.

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