Imitar el camino de María en nuestra vida
“He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. (Lc 1, 38)
Cada uno de nosotros, al igual que la Santísima Virgen María, ha sido elegido por Dios para desempeñar un papel único en su plan. Aunque somos pecadores, contamos con la gracia divina para cumplir nuestra misión.
Al recibir el ángel Gabriel, María se mostró sobrecogida y llena de interrogantes. Comprendió que algo grande sucedería a través de ella, aunque no alcanzaba a vislumbrar el designio completamente. Su humildad y deseo de obedecer a Dios la llevaron a cuestionar con prudencia el cómo se efectuaría todo.
Del mismo modo, cuando sentimos el llamado interior de Dios para alguna tarea, es natural que nos asalten las dudas. ¿Podré estar a la altura? ¿Cómo sortearé los obstáculos? ¿No me pedirá demasiado?, más debemos, como María, abrirnos con paciencia al misterio de la voluntad divina.
Ella, llena de gracia, no se amedrentó ante la magnitud del encargo. Con fe en la providencia y su protección, respondió “he aquí la sierva del Señor”. Nos anima a imitar su disposición para acoger los designios de Dios, por muy desafiantes que parezcan. Con su ejemplo, comprendemos que con la ayuda celestial todo es posible.
Seguimos los pasos de la que es modelo perfecto de obediencia y entrega. Como ella, persistamos en la oración y la escucha interior. Que nuestra respuesta sea siempre “hágase en mí según tu palabra”, aunque el futuro se presente incierto y nuestros recursos insuficientes. Si ponemos nuestra confianza en Aquel que puede más que cualquier obstáculo, también nosotros podremos realizar prodigios en nombre del Altísimo.
Dice San Pablo: “Hemos sido elegidos, en Cristo, para ser santos e irreprochables”. ¿Cuál es el camino para lograrlo? Cada uno de nuestros caminos es distinto, cada uno de nuestros modos de caminar es diferente, pero si seguimos el camino de María “aquí está la esclava del Señor, que se haga en mí según tú me dices”, será siempre un camino de gozo y de esperanza, no un camino de miedo.
Permitamos, entonces, que toda nuestra vida vaya caminando, como en la vida de María, con estas tres actitudes: La actitud de querer encontrar la voluntad de Dios, sea ésta cual sea. La actitud de no poner restricciones a la voluntad de Dios, sea ésta cual sea. Pero sobre todo, la actitud de entregarse con plena y madura libertad al camino de Dios, por donde Él nos vaya llevando.