El arte de callar con sabiduría: una virtud cristiana olvidada

“Al necio no le gusta la prudencia, sino manifestar su opinión”
(Proverbios 18,2)
Vivimos en tiempos donde opinar se ha vuelto una necesidad constante. Las redes sociales nos han dado la posibilidad de hablar de todo, a toda hora, sobre cualquier tema. Pero, ¿es esto realmente una señal de sabiduría? La Palabra de Dios nos ofrece una advertencia clara: el necio no ama la prudencia, solo quiere que se escuche su voz.
En este breve pasaje de los Proverbios, Dios nos enseña algo profundo: no todo lo que pensamos debe ser dicho, y no toda opinión es señal de entendimiento. La prudencia, en cambio, es el lenguaje de los sabios, de los que saben cuándo hablar, cómo hablar… y sobre todo, cuándo callar.
¿Qué nos enseña este versículo?
- El necio busca protagonismo, no verdad.
Su interés no está en construir, sino en sobresalir. No dialoga, impone. No escucha, reacciona. - La prudencia es una virtud del corazón humilde.
El prudente no necesita gritar su verdad, porque confía en el tiempo y en Dios para que la verdad se manifieste. Su silencio no es cobardía, es sabiduría revestida de paciencia. - La opinión sin caridad hiere.
San Pablo nos recuerda que “si no tengo amor, nada soy” (cf. 1 Cor 13). Opinar sin caridad es solo ruido, aunque tengamos razón.
¿Cómo cultivar la prudencia cristiana?
- Escuchando más de lo que hablamos.
La escucha atenta es una forma de amar al prójimo. Jesús, en muchas ocasiones, hizo silencio antes de responder, y cuando habló, lo hizo con palabras que sanaban y liberaban. - Consultando con Dios antes de hablar.
Un alma prudente reza antes de opinar. Le pregunta al Espíritu Santo: ¿esto edifica? ¿esto hiere? ¿esto ayuda o confunde? - Viviendo el Evangelio más que comentándolo.
A veces, hablar menos de Jesús y vivir más como Jesús es la mejor predicación.
Una sociedad ruidosa necesita testigos silenciosos
Hoy más que nunca, el mundo necesita cristianos que hablen poco y amen mucho. Que con sus gestos cotidianos, con su manera de responder con amabilidad, de evitar la crítica destructiva, de no sumarse al escándalo, sean luz en medio de tanta opinión vacía.
Recordemos siempre: el sabio construye puentes con su silencio; el necio levanta muros con sus palabras.