Dios te llama a una vida de servicio
Veamos primero qué significa la palabra servir. Se trata de estar al servicio de alguien, sujeto a una persona por cualquier motivo, haciendo lo que él quiere o dispone. Todo verdadero creyente es un siervo de Dios (Ro. 6:22), comprado con la sangre preciosa de Jesucristo en la cruz. Ya no nos pertenecemos a nosotros mismos. No somos los dueños de nuestra vida, sino que tenemos el mejor amo y Señor del mundo: Dios.
Cuando el apóstol Pablo tuvo un encuentro con Jesús en el camino a Damasco, una de las primeras cosas que le preguntó fue: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hch. 9:6). Esto nos recuerda que todo discípulo de Jesús es su siervo. En el Nuevo Testamento, tenemos algunos ejemplos. Mencionaré solo dos como ilustración:
- La suegra de Pedro cuando el Señor la sanó de su fiebre; ella le servía a Él y a sus discípulos (Mt. 8:15).
- Un grupo de mujeres que seguían a Jesús y sus discípulos mientras iban por las ciudades y aldeas predicando el evangelio; ellas le servían con sus bienes (Lc. 8:1-3).
“El servicio a Dios fluye de un corazón agradecido a Él por perdonarnos y salvarnos”
El servicio a Dios fluye de un corazón agradecido a Él por perdonarnos y salvarnos. Queremos servir a Dios sirviendo a los demás. Para servir a los demás, hace falta tener un corazón humilde y amoroso. Debemos considerar a los demás como superiores a nosotros mismos:
“No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás”, Filipenses 2:3-4.
Los intereses de un siervo
“Para servir a los demás, hace falta tener un corazón humilde y amoroso. Debemos considerar a los demás como superiores a nosotros mismos”
Dios nos llama a una vida de servicio, y un siervo no mira por sus intereses en primer lugar, sino por las necesidades de los que le rodean. Por eso no hay un lugar específico de servicio, porque toda nuestra vida tiene que ser de servicio a Dios. No tenemos un traje de siervo para ciertas horas del día, o para ciertos días de la semana. El siervo cristiano lo es las 24 horas del día y los siete días de la semana.
A veces creemos que la iglesia es el lugar para el servicio cristiano, cuando tenemos un apostolado o responsabilidad de servir a los demás. Esto es verdad en un sentido. En la iglesia debe haber un orden y no todos pueden o deben predicar desde un púlpito, no todos pueden o deben ser maestros de jóvenes o niños, no todos son evangelistas, etc. Para que una iglesia funcione, todos los miembros han de poner al servicio del Señor los dones que recibieron de parte de Él. Dios nos da dones para servir a los demás, no para nuestro propio beneficio o disfrute, sino para la edificación de su pueblo. El apóstol Pedro lo deja claro:
“Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Cristo Jesús, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén”, 1 Pedro 4:10-11.
Por lo tanto:
- Todos tenemos uno o varios dones que hemos recibido de Dios. No pongas excusa de que no sabes hacer nada; tienes algo que ofrecer sirviendo a la iglesia. Si no estás seguro, pregunta a tu sacerdote o a alguien que te conozca bien.
- Los dones que recibiste no son para lucirte y que otros digan qué bien sirves o haces cualquier trabajo. Son para servir a los demás, para edificación de la iglesia.
- Debemos servir y guiar a otros como buenos administradores, con un espíritu humilde. No te alabes por lo que haces. ¡Qué triste es ver a algunos recitando y pavoneándose de todo lo que hacen por el Señor! ¡Cuidado con el orgullo!
- Los dones que Dios nos da son regalos de su gracia, no los merecemos.
- Si tienes ciertos dones, no pienses que se debe a que eres muy inteligente o sabes hacer bien. El poder para servir viene de Dios. Por nuestras propias fuerzas, sería imposible. Se trata del poder de Dios obrando y capacitándonos para servir.
- Todo lo que hagamos para servir a Dios y los demás es para la gloria de Dios como fin último. No para tu propia gloria o para que te den aplausos.
Servicio más allá del templo
Al mismo tiempo, necesitamos entender que servir es un estilo de vida. No solo servimos en la iglesia, sino que en todas las esferas de nuestra vida debemos tener un espíritu de servicio.
“Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Col. 3:23)
Servir trae una satisfacción personal de saber que estamos haciendo lo que el Señor quiere, y Él ve cada vaso de agua fría que ofreces a un niño en su nombre.
Quiero terminar con el mejor ejemplo, el de nuestro Señor Jesús:
- El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos (Mt. 20:28).
- Recuerda cómo Jesús lavó los pies de sus discípulos. Allí tenemos un buen ejemplo de servicio y humildad, para que siguiéramos su ejemplo (Juan 13:1-20).
- Jesús se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Se humilló a sí mismo y fue a la cruz. El Dios santo, creador del universo, el rey de reyes, ¡se hace siervo! Por amor a nosotros y para salvarnos (Fil. 2:5-8).
Por lo tanto, si nuestro Señor se hizo siervo por nosotros, ¿acaso haremos algo de más si nosotros nos hacemos siervos por Él?