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Aliados con María, dóciles a la voluntad de Dios

“Hagan lo que Él les diga”

Juan 2:5

En la vida de la Iglesia, el Espíritu Santo ha inspirado a hombres y mujeres de todas las épocas a fundar o crear una familia que asume un carisma y contribuye al Reino de Dios con su espiritualidad específica. Todos los carismas son un regalo de Dios a la Iglesia, ya que ayudan a los bautizados a asumir y vivir algún valor evangélico que contribuye a su santificación y a ser discípulo misionero del Señor para la santificación de muchos.

La propuesta espiritual del P. Kentenich resaltó la importancia del rol del laico en la Iglesia. Él decía que la movilización total del infierno exige que cada uno debe estar presente, ser apóstol y soldado de Cristo. Para una espiritualidad laical, es importante integrar todo lo que forma parte del ámbito laical, como el mundo, el trabajo, la familia y la sociedad, para crecer en el camino del laico hacia la santidad.

El Evangelio de San Juan destaca a María como medianera de las necesidades materiales y espirituales del Pueblo de Dios, y el sacramento del matrimonio es un ejemplo de cómo Jesús asistió a una boda y demostró cuán honroso es a los ojos de Dios este sacramento. Cada uno de los cónyuges debe entregar su vida al Señor y tomar la decisión firme de formar un hogar donde Cristo tenga el lugar más importante.

Aunque el ritual social y religioso de las bodas sigue siendo relevante para las personas y familias, es cada vez más frecuente ver que la alianza de amor que se juran los novios es frágil y se rompe. La Iglesia debe acompañar con atención y cuidado a sus hijos más frágiles, dándoles de nuevo confianza y esperanza, como la luz del faro de un puerto o de una antorcha llevada en medio de la gente para iluminar a quienes han perdido el rumbo o se encuentran en medio de la tempestad.

La alianza de amor con María es un camino seguro para llegar a Jesucristo, ya que la Madre nos enseña a ser instrumentos dóciles de la voluntad de Dios. La clave de nuestra fe y salvación es hacer la voluntad de Dios, cumplir sus mandamientos, que son dos: amor a Dios y amor al prójimo como a uno mismo. Jesús dice que no todos los que le dicen “Señor, Señor” entrarán en el reino de los cielos, sino aquellos que hacen la voluntad de su Padre que está en los cielos, sino aquellos que hacen la voluntad de su Padre que está en los cielos. Por lo tanto, es importante que cada uno de nosotros tenga la intención de hacer la voluntad de Dios en nuestras vidas, como María, la Madre de Dios, lo hizo.

En la vida cotidiana, podemos seguir el ejemplo de María y decir “sí” a la voluntad de Dios en todos los momentos. Esto puede significar diferentes cosas para diferentes personas, dependiendo de sus circunstancias y vocaciones. Para algunos, puede significar seguir una carrera de servicio, como la enseñanza, la enfermería o el trabajo en una organización sin fines de lucro. Para otros, puede significar criar a una familia y enseñar a sus hijos los valores de la fe y la compasión.

En cualquier caso, cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de descubrir nuestra vocación y seguirla con dedicación y amor. Como dijo el Papa Francisco en su encíclica “Laudato Sí”: “El Señor nos está pidiendo que cuidemos de la creación, que cuidemos de cada uno de nuestros hermanos y hermanas, y que cuidemos de nuestros hijos y nuestros nietos”.

En resumen, la vida de María es un ejemplo inspirador de cómo cada uno de nosotros puede seguir la voluntad de Dios en nuestras vidas y trabajar por el bien de la humanidad. En la medida en que sigamos su ejemplo y decir “sí” a la voluntad de Dios, podamos estar seguros de que estamos en el camino correcto y que estamos cumpliendo nuestra misión en la vida.

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